30 ene 2013

Amargo final

El pasado domingo 16 de Diciembre visitamos, no por voluntad, el cementerio de Roques Blanques para dar el último adios a mi abuelo Paco -un avi collonut-. En los últimos años él vivía en la Residencia d’avis Trinitat arropado por proximidad por su hija, nieta y biznietos. El abuelo construyó una gran familia. 
El mismo domingo, apenas tres o cuatro horas después de la emotiva y triste depedida, decidimos ir a la Residencia para recoger sus objetos personales, ropa, … ese amargo momento de vaciar el armario, retirar de la mesita de noche sus enseres; un proceso que forma parte del duelo, un proceso íntimo que siempre hay que respetar. Cual fue la sorpresa (eufemismo), cuando todas las cosas del abuelo estaban metidas en una bolsa de basura, el cuadro de su Alcañiz natal y que tan orgulloso enseñaba estaba descolgado en el suelo y otra persona en su cama aún caliente. 
La Cooperativa Suara, responsable de las instalaciones, explican con “orgullo” que su misión es la atención a las personas, hablan de calidad de vida, con valores como la cercanía y la proximidad al residente, a los clientes, algo que el pasado domingo desapareció de un plumazo. Poco sentido común, una falta de sensibilidad enorme, poco respeto y una lógica y mayúscula indignación de la familia ante un hecho tan lamentable y tan poco humano. 
Comprendo perfectamente la necesidad de ocupar una cama vacía ante las largas y lamentables listas de espera, pero también estoy convencido que esperar cuatro horas no es pedir demasiado, de la misma forma que el final y despedida de un residente de un centro de Gent Gran nunca debería ser una bolsa de basura en el suelo. 

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