
Me estoy curando. La sintomatología de mi enfermedad radiofónica va a menos y por fin veo la luz al final del túnel.
Todo empezó hace ya bastantes años, por aquel entonces viajaba en automóvil hacia el lugar de trabajo, por aquel entonces vivía en Vilanova i la Geltrú, recorría diariamente unos cuantos kilómetros que, con las caravanas habituales de los inconscientes que no utilizamos el transporte público, se convertía en un viaje de algo más de una hora la ida y unos cincuenta minutos la vuelta.
La radio del coche se convertía en mi compañera fiel, memoricé en ella las emisoras de uso más frecuentes incluidas aquellas que no lo eran tanto, pero es que había posibilidades de memorización casi infinitas.
Por otro lado reconozco que soy un devorador de noticias obsesivo-compulsivo, así que saltaba de emisora en emisora para poder escuchar el mayor número de boletines informativos, o aquellos programas que se hacían eco de los sucesos del día.
En uno de esos saltos que me llevaban de Iñaki Gavilondo a Antoni Bassas, pasando por Carlos Herrera, Federico Jiménez Losantos y Luis de Olmo, los diferentes tratamientos que se le daba a una misma noticia me resultaban al principio curiosos, luego adictivos, y finalmente no podía desligarme de una noticia sin saber que habían opinado de ella cada uno de los personajes mediáticos generadores de corrientes de opinión que he mencionado anteriormente. El estrés era tal, que fueron cayendo algunas emisoras de mi propia lista Top Ten y finalmente quedó la Cadena Ser, Catalunya Radio y la COPE.
Está extraña e iconoclasta trilogía de emisoras de radio me han acompañado día tras día, como si de un estudio sociológico se tratase, mi opinión se reafirmaba en algunos casos, en otros no era compartida por ninguna de las tres y siempre chocaba frontalmente con la cadena subvencionada por la Conferencia Episcopal. Los obispos y los evolucionistas nunca nos hemos llevado demasiado bien.
Mi “zappeo” diario se está reduciendo tanto, últimamente no hago más de 5 o 10 minutos y no todos los días, que creo que me estoy curando. Y sobretodo es la COPE la emisora que más me ha ayudado en esto y se lo tengo que agradecer desde estas líneas. Su visión absolutamente partidista y retrógrada de las cosas que pasan, su tono imperativo y fascistoide, su defensa del pensamiento único (el suyo claro), su desprecio y falta de respeto hacía otras formas de entender la vida; he oído hablar a la Santa Inquisición y vivido la quema de brujas desde las ondas hertzianas. Pronto estaré completamente curado.
Todo empezó hace ya bastantes años, por aquel entonces viajaba en automóvil hacia el lugar de trabajo, por aquel entonces vivía en Vilanova i la Geltrú, recorría diariamente unos cuantos kilómetros que, con las caravanas habituales de los inconscientes que no utilizamos el transporte público, se convertía en un viaje de algo más de una hora la ida y unos cincuenta minutos la vuelta.
La radio del coche se convertía en mi compañera fiel, memoricé en ella las emisoras de uso más frecuentes incluidas aquellas que no lo eran tanto, pero es que había posibilidades de memorización casi infinitas.
Por otro lado reconozco que soy un devorador de noticias obsesivo-compulsivo, así que saltaba de emisora en emisora para poder escuchar el mayor número de boletines informativos, o aquellos programas que se hacían eco de los sucesos del día.
En uno de esos saltos que me llevaban de Iñaki Gavilondo a Antoni Bassas, pasando por Carlos Herrera, Federico Jiménez Losantos y Luis de Olmo, los diferentes tratamientos que se le daba a una misma noticia me resultaban al principio curiosos, luego adictivos, y finalmente no podía desligarme de una noticia sin saber que habían opinado de ella cada uno de los personajes mediáticos generadores de corrientes de opinión que he mencionado anteriormente. El estrés era tal, que fueron cayendo algunas emisoras de mi propia lista Top Ten y finalmente quedó la Cadena Ser, Catalunya Radio y la COPE.
Está extraña e iconoclasta trilogía de emisoras de radio me han acompañado día tras día, como si de un estudio sociológico se tratase, mi opinión se reafirmaba en algunos casos, en otros no era compartida por ninguna de las tres y siempre chocaba frontalmente con la cadena subvencionada por la Conferencia Episcopal. Los obispos y los evolucionistas nunca nos hemos llevado demasiado bien.
Mi “zappeo” diario se está reduciendo tanto, últimamente no hago más de 5 o 10 minutos y no todos los días, que creo que me estoy curando. Y sobretodo es la COPE la emisora que más me ha ayudado en esto y se lo tengo que agradecer desde estas líneas. Su visión absolutamente partidista y retrógrada de las cosas que pasan, su tono imperativo y fascistoide, su defensa del pensamiento único (el suyo claro), su desprecio y falta de respeto hacía otras formas de entender la vida; he oído hablar a la Santa Inquisición y vivido la quema de brujas desde las ondas hertzianas. Pronto estaré completamente curado.
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