He vagado durante cuatro meses por el desierto del 1004, o lo que es lo mismo por las dunas arenosas y a veces infranqueables de los comerciales y personal de Atención al Cliente de Telefónica. Una simple llamada para dar de baja el servicio de Imagenio, se convirtió sin yo saberlo en una llamada a la puerta del averno, en un tránsito agotador entre llamadas, reclamaciones, indignación y finalmente desesperanza y resignación.
Desconocía que el servicio de Imagenio no te lo dan de baja hasta que no recogen el famoso descodificador; pues bien, mientras esperas a que alguien, amablemente, algún día llame a tu puerta para pedir el dichoso aparato, ellos te siguen cobrando el servicio aunque no dispongas de él. Cuando un día por fin se dignan a venir a recoger el artefacto, los astros de conjugan para que tú tengas que ir a trabajar; sí señores de Telefónica, algunos (hoy lamentablemente cada vez menos) tenemos que trabajar. Resultado, no recogen el ingenio descodificante de marras y según la empresa, “como no lo han recogido la baja no se hace efectiva”, eso sí, ellos te siguen cobrando.
Llamadas y más llamadas al 1004, canción de moda como melodía de espera que ya me sé de memoria y que canta hasta mi gato, transitando de departamento en departamento, explicando una y otra vez lo mismo a diferentes personas, mirando al infinito y viendo que el desierto es cada vez más extenuante, y que cada vez tengo más sed. Algún espejismo se cruza en mi camino a modo de –no se preocupe, lo resolveremos en 24/48h- a los tres días ellos siguen cobrando y el espejismo desaparece. Cuatro meses después sigo caminado, cada vez con menos fuerzas, y sin saber ya muy bien hacia adonde.
Finalmente me rindo al agotador sol de Telefónica y al desierto inerte de su 1004, me dejo ir, nadie de las decenas de operadores con los que he hablado me ha ofrecido ni un simple vaso de agua, soy un cadáver más en el desierto de la Atención al Cliente de Telefónica.
Han podido conmigo.
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