22 jun 2007

Coaching, “Oh happy day...!”

La verdad es que había oído o leído algo sobre el Coaching pero nunca logré descifrar a ciencia cierta a que hacía referencia. Hasta mi reciente participación en un curso de Coaching todo quedaba en una nube etérea, pero algo gris, de conceptos y palabras como “ejecutivos”, “entrenador personal”, “consecución de objetivos”, “direccionar esfuerzos”, “llegar a la meta”, una nube que sin duda anunciaba tormenta.
Todas las palabras se mezclaban en una sopa de ideas con demasiados condimentos y en la que el sabor no se acababa de disfrutar. Una sopa de nombre largo y aderezado con galicismos que hace que la cuenta del restaurante, sin contar propina, no ayude a la digestión, más al contrario.
Coaching, neófito de mí y disculpen las molestias, me parecía un esnobismo americano de importación, una especie de terapia para gente adinerada que necesita que le recuerden que son algo más que bienes gananciales, utilizando un tecnicismo anglosajón, Coaching, para darle ese matiz de científico e innovador que tanto agrada a este lado del Atlántico.
Lo cierto es que se creó mucha expectación entre los que participamos en el curso, más cuando te recuerdan, en la misma presentación, que los conocimientos que vas a recibir son muy costosos, y no me refiero a dificultades intelectuales sino a montante económico (el nuestro estaba subvencionado), unas enseñanzas sólo propagadas entre las clases pudientes y adineradas, y difícilmente alcanzables por las clases bajas, demasiado preocupadas en pagar facturas.
Por un momento todos los alumnos éramos empresarios, ejecutivos, grandes cargos gubernamentales; aunque esa percepción duró a lo sumo dos sesiones, tras las cuales percibí que se estaba hablando del genero humano, tal cual, sin disfraces ni vestidos de fiesta, sin distinción de raza, sexo, clase, ni poder económico.
El Coach afirmaba que podemos ser todo lo buenos que queramos ser, en cualquier faceta de nuestra vida; expresado, eso sí, con sentencias algo bíblicas envueltas de verdad absoluta. Unos aforismos tan ciertos como pesados que caían, uno tras otro, sobre nuestro disco duro, sin capacidad de procesar tanta verdad. Una forma de presentar las afirmaciones demasiado pétrea, marmórea, sin fisuras; hacía que se esas verdades se mostrasen frías, inamovibles, algo muertas.
Se nos ofrecía ante nosotros la luz de la felicidad, el bien estar. No puedo evitar que se me ericen un poco los pelos, al ver el reflejo tan próximo a las religiones y las creencias donde se pide fe. Por un momento creí que sonarían algunas rítmicas notas de música Gospel y todos elevaríamos nuestro cántico “Oh happy day...!”, y es que demasiado a menudo se nos olvida para qué estamos en esta vida.



El Coach insistía con las sentencias en una especie de tortura china de "gota a gota", que por insistencia acabas asumiendo como propias. Todo depende de uno, el éxito es voluntario, son afirmaciones demasiado abrumadoras, no dejan un ápice de espacio al fracaso, en todo caso sólo al fracaso voluntario, puesto que si no tienes éxito es porque no quieres. Las circunstancias que puedan influir de forma determinante en tu éxito dependerán de ti, la sentencia del famoso filósofo, en demasiadas ocasiones olvidado, como en esta, que afirmó que “yo soy yo y mis circunstancias” cobra así una nueva visión en la que los seres humanos se convierten en pro-hombres, en claro alegato al mundo feliz de Huxley.
Como los diez mandamientos divinos que te aseguran un apartamento con vistas en la nube más cercana y al lado del Arcángel San Gabriel, las cuatro o cinco frases que recuerdo del curso, lo que me han producido a lo sumo es alguna jornada de reflexión, algún momento de apretar los dientes, sonreír por dentro, darme ánimos y coger fuerzas para seguir pagando facturas.

No hay comentarios: