26 nov 2010

Blacknight

El sonido del saxo se colaba por el patio interior desde el sótano donde se escondía el club Blacknight. Los lamentos de las notas graves y pesadas ascendían lentamente buscando la luna, casi siempre agazapada tras una nube gris.

Música y tintineo de vasos de tubo de copas terminadas, rumor de voces indescifrables y risas acompasadas aterrizaban en mi ventana del tercer piso donde me apostaba a escuchar.

Algunos sábados se añadía a la receta la melodía de un piano de madera que trataba de abrirse paso entre el humo del tabaco.

Mi estancia en aquel pequeño y húmedo apartamento de Londres fue corta, suficiente para enamorarme del Jazz.


2 comentarios:

Octubre dijo...

Mi romance con el jazz nunca ha prosperado lo suficiente..
Un besín

English Man dijo...

A veces es un amante un poco esquivo, no sé si por timidez...
Un abrazo.