23 nov 2010

IKEA, ¿Por qué estás tan lejos?


Con el cambio de residencia habitual se produce un hecho estresante, alterador de nervios (aunque sean de acero ¿inoxidable?), y acelerador de la caída del cabello (en mi caso irreversible) que es la mudanza. Más cuando dispones de un vehículo con una capacidad de maletero de cero coma dos, o lo que es lo mismo, a duras penas cabe el triangulo obligatorio y el chaleco reflectante de última generación con el que te ven desde Sebastopol.
La mudanza ya pasó hace unos meses y los nervios se han ido calmando poco a poco, no así la recuperación de mi incipiente calvicie. ¿Cuántas cosas inservibles podemos almacenar en una casa? Aseguro que varias toneladas, pero no acabas de deshacerte de todas ellas “por si acaso”. Por si acaso vuelve la moda de los 80 (o incluso los 90) guardas vestimentas que sabes a ciencia cierta que jamás te vas a poner, sobretodo porque, inocente que es uno, ya no cabes en ellas. Por si acaso algún día quieres hacer aquella famosa Quiche Lorraine que un buen amigo te dio a probar, y que en aquella orgía de sabores y texturas y dejándote llevar por el momento dijiste: -Pásame la receta que la voy a hacer -. Nunca la hice, pero eso sí, tengo bandejas de horno para Quichés, aperos varios para hacer la masa, ollas para hervir las verduras en su propio vapor y hasta unos “cullerots” del chino que compré en su momento y que ya ni me acuerdo para que sirven; menos mal que no compré en su día los ingredientes porque si no serían, a día de hoy, de claro estudio para Grissom de CSI. Como esto, pues ciento cincuenta millones de cosas más, que transitan de casa en casa sin ningún otro objetivo que, valga la redundancia, hacerte sentir “como en casa”.
Tema aparte es la ropa, más cuando no dispones de armario, ya que este se limita a la extensión de la cama de una habitación que no utilizamos. En estos momentos desearías tener una de esas camas enormes de dos por dos, para tener más superficie donde apilar pantalones, camisas, calcetines, jerséis, en montañas que, ríete tú de la cordillera del Himalaya, ningún escalador se atrevería a coronar sin oxígeno.
La distribución está clara, cerca de la puerta, esquina inferior derecha, los “imprescindibles”: calcetines (que sean pareja eso ya es de Nivel 2, todavía no hemos llegado), calzoncillos, braguitas y tangas (depende de la ocasión). Hacia la izquierda de los “imprescindibles” camisetas y pantalones ordenados según recoges del tendedero y van cayendo sobre la cama por efecto de la gravedad (¡donde caigo ahí me quedo!). Más al fondo, zona intermedia, conocida como el “todo a cien” puedes encontrar desde toallas, sábanas, alguna chaqueta que no sabes cómo ha llegado hasta allí, alguna que otra corbata que se ha hecho la reina de esa selva a modo de boa constrictor, y que cuando tiras de ella siempre se lleva alguna otra prenda a la que está tratando de estrangular (¡suelta esa manga! ¡Suéltala!), un albornoz, o incluso, vi un día, unas gafas de bucear. ¿?. En la zona del fondo, cabezal de la cama, es la “zona perdida” o “Lostland”. Allí resulta difícil llegar, por eso acumulamos esas piezas que usas realmente muy poco, pareos, chándals, fundas de cojines, camisetas que sólo sirven para hacer trapos pero que te sabe mal tirar porque te recuerdan algún hecho simbólico de tu vida (¡mira!, está la vomitó mi sobrino cuando cumplió tres años), una zapatilla hawaiana (todavía no sé porque sólo hay una), varios cinturones que necesitarían más agujeros hacia el exterior para ser reutilizables y un largo etcétera.
No recomiendo adentrarse más allá de la zona del “todo a cien”, he perdido algún amigo que lo ha intentado (¡déjame a mí que verás como encuentro el pantalón negro!) y que debe estar tratado de escapar de los jerséis de lana virgen que pican de la ostia.
No queda más remedio que ir a IKEA, algo que llevamos planeando unos cuatro meses (voy a tener que pedir una excedencia en el trabajo para ir a comprar el armario) pero que no acaba de concretarse nunca no sé por qué extraña razón.
Hay que hacerlo, tenemos que ir a IKEA antes de que perdamos más amigos.

2 comentarios:

Unknown dijo...

Yo, después de varios traslados (o mejor dicho expulsiones) de casas de exparejas. Un par de traslados a pisos de soltero (que tiempos aquellos!...donde la comunión con la naturaleza era tan perfecta que las prendas y demás artilugios tenían vida propia y formaban sus propios hábitats sin que nadie te echara en cara nada!). Y tres traslados con mi pareja actual (por suerte no habían nacido las niñas...eso merecería un capitulo a parte)...creo que he decidido pasar del Ikea y empezar a hacer cajas debidamente etiquetadas y listas para un posible traslado (o expulsión!)y mantenerlas de manera permanente...suerte!

English Man dijo...

Yo estoy utilizando algo más "guarrillo", son bolsas de basura de esas gigantes, claro, olvídate de que la ropa salga de ahí planchadita.
Tendré en cuenta lo de la cajas, es buena idea.